El otro día, me crucé con alguien familiar. Inmediatamente reconocí los rasgos tantas veces observados, ¡es increíble lo parecidos que pueden llegar a ser dos individuos separados por una generación!, o a lo mejor ni siquiera eso. Mismo pelo, misma expresión facial, misma forma de caminar...
Me entró una nostalgia infinita, la eché de menos y me puse a llorar. Donde quiera que estés, cómo me gustaría poder acariciar tu cabecita.
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